A Puto le fue bien en la casa de su papito turco. Al final de la calle vivía un anciano muy encantador. De origen turco, llegó al país en busca de mejores condiciones pero al parecer no le salió bien, pues se convirtió en recolector de materiales reciclables. Esto hizo que el hombre gay se emocionara aún más, mientras se imaginaba a cuatro patas en la cama, sirviéndole el anillo de cuero a ese hombre de cara malvada y devoradora. Entonces se le ocurrió una estrategia. Juntó unas botellas de plástico en una bolsa y fue a entregarlas. La puerta estaba abierta y él entraba, cuando pilló al cincuentón mirando sexo, con su grueso látigo duro y casi corriéndose. Fue fácil venir y ayudar.
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