El mecánico en la grieta llamó a muñeca para cambiar el aceite. El día era aburrido en el taller al costado de la carretera. Sin movimiento y esa lujuria habitual. Pensó en golpear uno pero decidió no hacerlo. No quería volver a correrme en mi mano, necesitaba algo más cálido, como un culito apretado que cubriera el gorro. Parece que el pensamiento atrae porque en ese mismo momento pasó un travesti justo por delante. Todo lo que tenía que hacer era llevarlo al café y saciar mi hambre.
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