A Casado le gustó y repitió la mamada de la pequeña golosa. Los hombres curiosos son así: con las mujeres quieren conquistar, coquetear. Con los gays prefieren que se les acerque, que los convenzan, al fin y al cabo, no van a entregar el oro y admitir que les gusta. Eso es lo que pensó el hombre casado de unos 40 años cuando vio al niño entrar en su calle. Vio que necesitaría al menos una alimentación, pero esperó a que se acercara. Cuando el ternero pidió, soltó al bailarín y le encantó, el cabrón lo hizo como le gustaba, se tragó el palo y hasta le lamió los huevos. Le gustó tanto que repitió la dosis.
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